En 2018, cuando todo el mundo pensaba que Tesla estaba al borde de la quiebra:
- Mercedes predijo: “Estarán en quiebra en verano”.
- BMW afirmó: “Nunca lograrán la producción en masa”.
- Wall Street proclamó: “Una pesadilla manufacturera”.
Entonces, Elon Musk decidió mudarse a la fábrica, trayendo consigo su determinación y su almohada. Lo que sucedió después dejó atónitos a todos los directores ejecutivos. Tesla no solo sobrevivió, sino que explotó al borde del colapso.
La transformación fue realmente radical:
- Musk inspeccionó personalmente cada estación de producción.
- Reescribió el código del software cuando fue necesario.
- Despidió a los directivos que no se alinearon con su visión en el acto.
- Llamó a los proveedores a las 3 de la mañana para pedir piezas urgentes.
Una noche, los trabajadores incluso lo encontraron cubierto de grasa mientras arreglaba un Modelo 3 que otros ingenieros habían “abandonado”.
Elon le dijo a sus ingenieros: “O los arreglamos o estamos acabados”.
La risa de la industria automotriz comenzó a desvanecerse a medida que llegaban las cifras:
- Primera semana: 202 Modelo 3.
- Tercer mes: 5.000 cada semana.
- A fin de año: Tesla registró su primer trimestre rentable.
Tesla pasó de ser una broma a una amenaza legítima, transformándose rápidamente y haciendo que toda la industria lo notara.
“Fue un período increíblemente doloroso. No lo sé, pero tal vez me volví un poco loco”, compartió Elon.
Los fabricantes de automóviles tradicionales tenían:
- Más de 100 años de experiencia.
- Miles de millones de dólares en reservas de efectivo.
- Cadenas de suministro globales robustas.
- Conexiones políticas profundas.
¿Hoy?
La valoración de Tesla supera los valores combinados de Toyota, GM, Ford y BMW.
En apenas unos años, Elon Musk convirtió una empresa objeto de burlas en un gigante automovilístico, demostrando que la persistencia y la visión pueden cambiar una industria entera.